Páginas

CEREBRO

En ocasiones se divide al cerebro en tallo cerebral (integrado por el

mielencéfalo, el puente del metencéfalo y el mesencéfalo) y centros superiores

(cerebelo y hemisferios cerebrales). El tallo cerebral es una continuación directa

de la médula espinal y tiene una organización similar. Así, a cada lado de la línea media se ubican las placas basal y alar bien diferenciadas, que

representan las áreas motoras y sensitivas, respectivamente. Sin embargo, los

centros superiores en general no conservan este patrón básico y, en vez de ello,

muestran acentuación de las placas alares y regresión de las placas basales. 


Rombencéfalo: cerebro posterior

El rombencéfalo se divide en mielencéfalo, la más caudal de las vesículas

cerebrales, y metencéfalo, que se extiende desde el pliegue pontino hasta el

istmo rombencefálico (Figs. 18-5 y 18-17).


Mielencéfalo

El mielencéfalo da origen al bulbo raquídeo (médula oblonga), una zona de

transición entre el cerebro y la médula espinal. Difiere de la médula espinal en el

sentido de que sus paredes laterales están evertidas (Fig. 18-18). Las placas alar

y basal, separadas por el surco limitante, pueden identificarse con claridad. La

placa basal, similar a la de la médula espinal, contiene los núcleos motores.

Estos núcleos se dividen en tres grupos: (1) un grupo eferente somático medial,

(2) un grupo eferente visceral especial intermedio, y (3) un grupo eferente

visceral general lateral (Fig. 18-18 C; Cuadro 18-1, p. 326).


El grupo eferente somático contiene neuronas motoras, que son la

prolongación cefálica de las células del asta anterior. Debido a que este grupo

se extiende en dirección rostral hacia el interior del mesencéfalo, se le denomina

columna eferente motora somática. En el mielencéfalo incluye a neuronas del

nervio hipogloso (XII) que inervan la musculatura de la lengua. En el

metencéfalo y el mesencéfalo la columna contiene neuronas de los nervios

abducens (VI; Fig. 18-19), troclear (IV) y oculomotor (III; Fig. 18-23),

respectivamente. Estos nervios inervan la musculatura del ojo.


El grupo eferente visceral especial se extiende al interior del metencéfalo y

forma la columna eferente motora visceral especial. Sus neuronas motoras se

distribuyen en los músculos estriados de los arcos faríngeos. En el mielencéfalo

la columna está representada por neuronas de los nervios accesorio (XI), vago

(X) y glosofaríngeo (IX).


El grupo eferente visceral general contiene neuronas motoras que se

distribuyen en la musculatura involuntaria de las vías respiratorias, el tubo

digestivo y el corazón.


La placa alar contiene tres grupos de núcleos sensitivos de relevo (Fig. 18-

18 C; Cuadro 18-1). El ubicado en posición más lateral, el grupo aferente

somático (sensitivo general), recibe la sensibilidad de dolor, temperatura y tacto

a partir de la faringe por medio del nervio glosofaríngeo (IX). El grupo

intermedio, o aferente especial, recibe impulsos de las papilas gustativas de la

lengua, el paladar, la orofaringe y la epiglotis, y del nervio vestibulococlear

(VIII) para la audición y el equilibrio. El grupo medial, o aferente visceral

general, recibe información interoceptiva del tubo digestivo y del corazón.


La placa del techo del mielencéfalo consiste en una sola capa de células

ependimarias cubiertas por mesénquima vascular, la piamadre (Fig. 18-18 C).

Las dos combinadas se conocen como tela coroidea. Por efecto de la

proliferación activa del mesénquima de los vasos, varias invaginaciones

saculares se proyectan hacia el interior de la cavidad ventricular subyacente (Fig.

18-18 C). Estas invaginaciones similares a penachos integran el plexo coroideo,

que produce líquido cefalorraquídeo.


Metencéfalo

El metencéfalo, similar al mielencéfalo, se caracteriza por las placas basal y alar

(Fig. 18-19). A partir de estas regiones se forman dos componentes nuevos: (1)

el cerebelo, que deriva de las placas alares y funge como un centro de

coordinación para la postura y el movimiento (Fig. 18-20) y (2) el puente,

derivado de las placas basales y que funge como vía de paso para las fibras

nerviosas, entre la médula espinal y las cortezas cerebral y cerebelosa.


Cada placa basal del metencéfalo (Fig. 18-19; Cuadro 18-1) contiene tres

grupos de neuronas motoras: (1) grupo eferente somático medial, que da origen

al núcleo del nervio abducens; (2) grupo eferente visceral especial, que

contiene los núcleos de los nervios trigémino y facial, que inervan la

musculatura del primero y del segundo arcos faríngeos, y (3) el grupo eferente

visceral general, con axones que se dirigen a las glándulas submandibulares y

sublinguales.


El borde marginal de las placas basales del metencéfalo se expande al tiempo

que forma un puente para las fibras nerviosas que conectan la corteza cerebral y

la corteza cerebelosa con la médula espinal. De este modo, esta porción del

metencéfalo se conoce como puente. Además de las fibras nerviosas, el puente

contiene los núcleos pontinos, que se originan en las placas alares del

metencéfalo y el mielencéfalo (Fig. 18-19, flechas).


Las placas alares del metencéfalo contienen tres grupos de núcleos

sensitivos: (1) un grupo aferente somático lateral, que contiene neuronas del

nervio trigémino; (2) un grupo aferente especial, y (3) el grupo aferente

visceral general (Fig. 18-19; Cuadro 18-1).


Cerebelo

Las regiones dorsolaterales de las placas alares se flexionan en la dirección

medial y forman los labios rómbicos (Fig. 18-18). En la porción caudal del

metencéfalo los labios rómbicos están muy separados, pero justo por debajo del

mesencéfalo se aproximan uno a otro hacia la línea media (Fig. 18-20). Como

consecuencia de una profundización adicional del pliegue pontino, los labios

rómbicos se comprimen en dirección cefalocaudal y constituyen la placa

cerebelosa (Fig. 18-20). En el embrión de 12 semanas esta placa muestra una

región pequeña en la línea media, el vermis, y dos regiones laterales, los

hemisferios. Una fisura transversal pronto separa al nódulo del vermis y al

flóculo lateral de los hemisferios (Fig. 18-20 B). Este lóbulo floculonodular es,

desde la perspectiva filogenética, la parte más primitiva del cerebelo.


Al inicio la placa cerebelosa está constituida por las capas neuroepitelial,

del manto y marginal (Fig. 18-21 A). En el desarrollo posterior cierto número de

células formadas por la capa neuroepitelial migra hacia la superficie del cerebelo

para constituir la capa granulosa externa. Las células de esta capa conservan su

capacidad para dividirse y formar una zona proliferativa en la superficie del

cerebelo (Fig. 18-21 B, C).


En el sexto mes del desarrollo la capa granulosa externa da origen a varios

tipos de células. Algunas de estas células migran hacia las células de Purkinje en

diferenciación, que están migrando a su vez en dirección opuesta al tiempo que

se dirigen hacia la superficie (Fig. 18-22), y dan origen a la capa interna de

células granulosas, denominada después capa de células granulosas en el

cerebelo bien diferenciado. Las células en canasta y las células estrelladas son

producidas por células en proliferación en la sustancia blanca del cerebelo. La

corteza del cerebelo, constituida por células de Purkinje, neuronas de Golgi tipo

II y neuronas producidas por la capa granulosa externa, alcanza su tamaño

definitivo tras el nacimiento (Fig. 18-22 B). Los núcleos cerebelosos profundos,

como el núcleo dentado, alcanzan su posición final antes del nacimiento (Fig.

18-21 D).


Mesencéfalo: cerebro medio

En el mesencéfalo (Fig. 18-23), cada placa basal contiene dos grupos de núcleos

motores: (1) un grupo eferente somático medial, representado por los nervios

oculomotor y troclear, que inervan la musculatura del ojo, y (2) un grupo

eferente visceral general pequeño, representado por el núcleo de Edinger-

Westphal, que inerva al esfínter de la pupila (Fig. 18-23 B). La capa marginal

de cada placa basal crece y forma los pedúnculos cerebrales. Su porción

anterior, o pie peduncular, sirve como vía para las fibras nerviosas que

descienden desde la corteza cerebral hasta los centros inferiores en el puente y la

médula espinal. Al inicio las placas alares del mesencéfalo se aprecian como dos

elevaciones longitudinales separadas por una depresión superficial en la línea

media (Fig. 18-23). Al avanzar al desarrollo, un surco transversal divide cada

elevación en un colículo anterior (superior) y otro posterior (inferior) (Fig. 18-

23 B). Los colículos posteriores fungen como estaciones de relevo sináptico para

los reflejos auditivos; los colículos anteriores actúan como centros de

correlación y reflejos para los impulsos visuales. Los colículos están integrados

por olas de neuroblastos que migran hacia el interior de la zona marginal

suprayacente. En ese sitio se disponen en capas (Fig. 18-23 B).

 

Prosencéfalo: cerebro anterior

El prosencéfalo se divide en telencéfalo, que forma los hemisferios cerebrales y

diencéfalo, que forma la copa y el tallo ópticos, la hipófisis, el tálamo, el

hipotálamo y la epífisis.

Diencéfalo

PLACA DEL TECHO Y EPÍFISIS

Se piensa que el diencéfalo, que se desarrolla a partir de la porción media del
prosencéfalo (Figs. 18-5 y 18-17), está constituido por una placa del techo y dos
placas alares, pero que carece de placas del piso y basales (resulta interesante
que el SHH, un marcador de la línea media ventral, se expresa en el piso del
diencéfalo, lo que sugiere que sí existe una placa del piso). La placa del techo
del diencéfalo está integrada por una sola capa de células ependimarias cubiertas
por mesénquima vascularizado. En conjunto, estas capas dan origen al plexo
coroideo del tercer ventrículo (Fig. 18-30). La región más caudal de la placa del
techo se desarrolla para conformar el cuerpo pineal o epífisis. Este cuerpo
aparece al inicio a manera de engrosamiento epitelial en la línea media, pero
para la séptima semana comienza a evaginarse (Figs. 18-24 y 18-25). De manera
eventual se convierte en un órgano sólido en el techo del mesencéfalo (Fig. 18-
30) que funge como un conducto por el cual la luz y la oscuridad afectan los
ritmos endocrinos y conductuales. En el adulto a menudo se deposita calcio en la
epífisis, que se usa entonces como punto de referencia en las radiografías de
cráneo.

PLACA ALAR, TÁLAMO E HIPOTÁLAMO

Las placas alares forman las paredes laterales del diencéfalo. Una hendidura, el

surco hipotalámico, divide la placa en regiones dorsal y ventral, el tálamo y el

hipotálamo, respectivamente (Figs. 18-24 y 18-25).


Como consecuencia de la actividad de proliferación, el tálamo de manera

gradual se proyecta hacia el lumen del diencéfalo. Con frecuencia esta expansión

es tan intensa que las regiones talámicas de los lados derecho e izquierdo se

fusionan en la línea media para constituir la masa intermedia o adherencia

intertalámica.


El hipotálamo, que forma la porción inferior de la placa alar, se diferencia en

varias regiones nucleares que regulan las funciones viscerales, entre ellas el

sueño, la digestión, la temperatura corporal y la conducta emocional. Uno de

estos grupos, el cuerpo mamilar, constituye una protuberancia bien definida en

la superficie ventral del hipotálamo, a cada lado de la línea media (Figs. 18-24 A

y 18-25 A).


GLÁNDULA HIPÓFISIS O PITUITARIA

La glándula hipófisis o pituitaria se desarrolla a partir de dos estructuras

completamente distintas: (1) una evaginación ectodérmica del estomodeo

(cavidad oral primitiva) justo a la altura de la membrana orofaríngea, conocida

como bolsa de Rathke, y (2) una extensión en dirección caudal del diencéfalo,

el infundíbulo (Fig. 18-26).


Cuando el embrión tiene alrededor de 3 semanas de edad la bolsa de Rathke

aparece a manera de evaginación de la cavidad oral y de forma subsecuente

crece en dirección dorsal hacia el infundíbulo. Al final del segundo mes pierde

su conexión con la cavidad oral y luego se ubica en contacto estrecho con el

infundíbulo.

En una fase posterior del desarrollo las células de la pared anterior de la

bolsa de Rathke aumentan en número con gran rapidez y constituyen el lóbulo

anterior de la hipófisis o adenohipófisis (Fig. 18-26 B). Una extensión

pequeña de este lóbulo, la pars tuberalis, crece a lo largo del tallo del

infundíbulo y de manera eventual lo rodea (Fig. 18-26 C). La pared posterior de

la bolsa de Rathke se desarrolla para convertirse en la pars intermedia, que en el

humano parece tener poca relevancia.

El infundíbulo da origen al tallo y la pars nervosa o lóbulo posterior de la

hipófisis (neurohipófisis) (Fig. 18-26 C). Está compuesto por células por la

neuroglía. Además, contiene fibras nerviosas de la región hipotalámica.


Telencéfalo

El telencéfalo, la más rostral de las vesículas cerebrales, está constituido por dos

evaginaciones laterales, los hemisferios cerebrales, y una porción medial, la

lámina terminal (Figs. 18-5, 18-24 y 18-25). Las cavidades de los hemisferios,

los ventrículos laterales, se comunican con el lumen del diencéfalo por medio

del foramen interventricular de Monro (Fig. 18-24).


HEMISFERIOS CEREBRALES

Los hemisferios cerebrales surgen al inicio de la quinta semana del desarrollo

como evaginaciones de las dos paredes laterales del prosencéfalo (Fig. 18-24).

Para la mitad del segundo mes la porción basal de los hemisferios (esto es, la

parte que al inicio formaba la extensión anterior del tálamo; Fig. 18-24 A)

comienza a crecer y a sobresalir en el lumen del ventrículo lateral y hacia el piso

del foramen de Monro (Figs. 18-24 B y 18-25 A, B). En los cortes transversales esta región de crecimiento rápido tiene un aspecto estriado, por lo que se conoce

como cuerpo estriado (Fig. 18-25 B).


En la región en que se une al techo del diencéfalo, la pared de los

hemisferios no desarrolla neuroblastos y se conserva muy delgada (Fig. 18-24

B). En ese sitio la pared del hemisferio está constituida por una sola capa de

células ependimarias cubiertas por mesénquima vascularizado y, juntas,

constituyen los plexos coroideos de cada uno de los ventrículos laterales. Los

plexos coroideos deben haberse formado en el techo de cada uno de los

hemisferios, pero como consecuencia del crecimiento desproporcionado de las

distintas partes de estas estructuras, cada plexo sobresale hacia el interior del

ventrículo lateral siguiendo la fisura coroidea (Figs. 18-25 y 18-27). De

inmediato, por encima de la fisura coroidea, la pared del hemisferio se engrosa

para formar el hipocampo (Figs. 18-24 B y 18-25 B). La función principal de

esta estructura es el olfato, y penetra al interior del ventrículo lateral.


Al expandirse de manera adicional, los hemisferios cubren la región lateral

del diencéfalo, el mesencéfalo y la porción cefálica del metencéfalo (Figs. 18-27

y 18-28). El cuerpo estriado (Fig. 18-24 B), como parte de la pared del

hemisferio, se expande de igual modo en dirección posterior y se divide en dos

partes: (1) una porción dorsomedial, el núcleo caudado, y (2) una porción

ventrolateral, el núcleo lentiforme, integrado por el putamen y el globo pálido

(Fig. 18-27 B). Esta división es definida por los axones que pasan desde y hacia

la corteza del hemisferio y que atraviesan la masa nuclear del cuerpo estriado. El

haz de fibras que se forma de este modo se conoce como cápsula interna (Fig.

18-27 B). Los núcleos caudado y lentiforme (putamen y globo pálido) forman

parte de un grupo de núcleos denominado ganglios basales. Estos ganglios

tienen conexiones numerosas con la corteza cerebral, el tálamo y el tallo

cerebral, y desempeñan un papel importante en el control del movimiento

voluntario, la conducta rutinaria, la cognición, las emociones, el aprendizaje

procedimental y el movimiento de los ojos.


El crecimiento continuo de los hemisferios cerebrales en direcciones

anterior, dorsal e inferior determina la formación de los lóbulos frontal, temporal

y occipital, respectivamente. Sin embargo, al tiempo que el crecimiento de la

región sobrepuesta al cuerpo estriado pierde velocidad, el área ubicada entre los

lóbulos frontal y temporal se deprime, y se le conoce como ínsula (Fig. 18-28

A). Esta región queda oculta luego por el sobrecrecimiento de los lóbulos

adyacentes, y al momento del nacimiento está casi del todo cubierta. Durante la

última parte de la vida fetal la superficie de los hemisferios cerebrales crece con

tanta rapidez que en ella aparece un gran número de circunvoluciones (giros),

separados por fisuras y surcos (Fig. 18-28 B).


DESARROLLO DE LA CORTEZA

La corteza cerebral se desarrolla a partir del palio (Fig. 18-24 B), que tiene tres

regiones: (1) la paleocorteza (paleopalio), (2) la arqueocorteza (arqueopalio) y

(3) la neocorteza (neopalio) (Figs. 18-25 C y 18-27 C). Desde la perspectiva

filogenética, el arqueopalio se relaciona con la corteza olfatoria y forma el

hipocampo y el paleopalio, que son las porciones más antiguas de la corteza. En

este mismo sentido el neopalio es la porción más reciente de la corteza, y

comprende 90% de la estructura cortical.


En el neopalio, olas de neuroblastos migran hasta alcanzar una posición

subpial y luego se diferencian en neuronas maduras. Cuando llega la siguiente

ola de neuroblastos, estos migran por las capas celulares formadas antes, hasta

alcanzar la posición subpial. Así, los neuroblastos formados en forma temprana

quedan en una posición profunda en la corteza, en tanto los que se forman de

manera posterior se mantienen en una ubicación más superficial.


Al nacer, la corteza tiene un aspecto estratificado, que deriva de la

diferenciación de las células en capas. La corteza motora contiene un gran

número de células piramidales, y las áreas sensitivas se caracterizan por las

células granulosas.


La diferenciación del sistema olfatorio depende de interacciones epiteliomesénquima.

Éstas tienen lugar entre las células de la cresta neural y del

ectodermo de la prominencia frontonasal, para constituir las placodas olfatorias

(v. el Cap. 17, p. 300) y entre las mismas células de la cresta neural y la región

paleopálica del telencéfalo, para constituir los bulbos olfatorios (Fig. 18-29). Las

células de las placodas nasales se diferencian en neuronas sensitivas primarias

del epitelio nasal, que cuenta con axones que crecen y establecen contacto con

neuronas secundarias en los bulbos olfatorios en desarrollo (Fig. 18-29). Para la

séptima semana estas sinapsis están bien establecidas. Al tiempo que continúa el

crecimiento del cerebro, los bulbos olfatorios y los tractos olfatorios de las

neuronas secundarias se elongan, y juntos constituyen el nervio olfatorio (Fig.

18-30).


COMISURAS

Al inicio cada hemisferio cerebral crece como una estructura independiente. Sin

embargo, al final del tercer mes, grupos de fibras nerviosas crecen hacia uno y

otro lados, con lo que conectan un hemisferio con el otro. Estas fibras se forman

en haces, denominados comisuras, y muchas aprovechan la lámina terminal

que se forma en la región craneal del prosencéfalo (Figs. 18-24 A y 18-25 A). La

lámina terminal se extiende desde la placa del techo del diencéfalo hasta el

quiasma óptico, y proporciona una conexión inicial entre los hemisferios. El

primero de los haces cruzados que aparecen en la lámina terminal corresponde a

la comisura anterior. Está constituida por fibras que conectan el bulbo olfatorio

y las áreas cerebrales relacionadas de un hemisferio con las del lado opuesto

(Figs. 18-27 A y 18-30).


La segunda comisura en aparecer es la comisura del hipocampo (fórnix).

Sus fibras derivan del hipocampo y convergen en la lámina terminal, cerca de la

placa del techo del diencéfalo. A partir de ahí las fibras continúan para formar

un sistema que se arquea justo por fuera de la fisura coroidea, hacia el cuerpo

mamilar y el hipotálamo.

Otra comisura importante es el cuerpo calloso. Aparece a la décima semana

del desarrollo y conecta las áreas no olfatorias de las cortezas cerebrales derecha

e izquierda. Al inicio forma un haz pequeño en la lámina terminal (Fig. 18-27

A). Como consecuencia de la expansión continua del neopalio, sin embargo, se

extiende primero en dirección anterior y luego posterior, formando un arco sobre

el techo delgado del diencéfalo (Fig. 18-30).


Además de las tres comisuras en desarrollo en la lámina terminal, aparecen

otras tres fuera de esta región. Dos de ellas, las comisuras posterior y

habenular, se ubican justo por debajo y en dirección rostral al tallo de la

glándula pineal. La tercera, el quiasma óptico, que aparece en la pared rostral

del diencéfalo, contiene fibras de las mitades mediales de la retina (Fig. 18-30).


MENINGES

Las meninges son las tres capas membranosas que cubren al cerebro y la médula

espinal. Estas membranas derivan de una combinación de mesodermo y células

de la cresta neural, y comienzan a formarse entre la cuarta y la quinta semanas.

Durante el periodo fetal temprano la capa externa se engrosa para dar origen a la

resistente duramadre, en tanto la capa interna constituye la piaaracnoides. La

piamadre y la aracnoides integran las leptomeninges. De manera eventual, la

piamadre se adhiere con firmeza a la superficie del cerebro y la médula espinal,

y cuando se separa de la aracnoides se forma un espacio, el espacio

subaracnoideo. El líquido cefalorraquídeo circula en este espacio ubicado entre

la piamadre y la aracnoides. El espacio mismo se encuentra atravesado por

trabéculas aracnoideas.


La duramadre es un saco fibroso resistente que encierra a la aracnoides. En

el cerebro, la duramadre delimita los senos venosos. Las granulaciones

aracnoideas, que permiten que el líquido cefalorraquídeo se absorba hacia el

sistema venoso, se proyectan dentro de estos senos. La duramadre también

sostiene al cerebro por medio de la formación de varios tabiques. Uno de ellos

es la hoz del cerebro, que separa los dos hemisferios cerebrales. Otro tabique, la

tienda del cerebelo, forma un techo sobre esta estructura, en tanto la hoz del

cerebelo se extiende en dirección ventral desde la tienda del cerebelo, entre los

dos hemisferios cerebelosos.


LÍQUIDO CEFALORRAQUÍDEO

El líquido cefalorraquídeo (LCR) es secretado por los plexos coroideos dentro

de los ventrículos cerebrales. Estos plexos son modificaciones de la capa

ependimaria y producen alrededor de 400 a 500 mL de LCR por día. El líquido

circula por los ventrículos cerebrales tras salir de los ventrículos laterales, por

ejemplo, por los forámenes interventriculares ingresa al tercer ventrículo y luego

pasa por el acueducto cerebral hacia el cuarto ventrículo (Fig. 18-30). Cierta

cantidad de LCR ingresa al canal espinal, en tanto otra porción sale del cuarto

ventrículo por sus orificios medial y laterales para alcanzar el espacio

subaracnoideo, que circunda al SNC. En el espacio subaracnoideo, el LCR es

absorbido hacia el sistema venoso por las granulaciones aracnoideas, en

particular las que se proyectan al interior del seno sagital superior. El LCR

“mantienen en suspensión” al cerebro y, de este modo, genera un acojinamiento

para el cerebro y le confiere flotabilidad, de tal modo que no comprime con su

peso los nervios craneales (NC) contra el interior del cráneo.







No hay comentarios:

Publicar un comentario