El revestimiento interno de la laringe se origina a partir del endodermo, no
obstante los cartílagos y los músculos derivan del mesénquima del cuarto y el
sexto arcos faríngeos. Como consecuencia de la proliferación rápida de este
mesénquima, el orificio laríngeo cambia su aspecto, de ser una hendidura sagital
a constituir una abertura en forma de T (Fig. 14-4 A). De manera subsecuente,
cuando el mesénquima de los dos arcos se transforma en los cartílagos tiroides,
cricoides y aritenoides, puede reconocerse la configuración característica del
orificio laríngeo en el adulto (Fig. 14-4 B).
Aproximadamente en el momento en que los cartílagos se forman, el epitelio
laríngeo también prolifera con rapidez, lo que origina la oclusión temporal de su
luz. Más tarde la vacuolización y la recanalización dan origen a un par de huecos
laterales, los ventrículos laríngeos. Estos huecos están limitados por pliegues
tisulares que se convierten en las cuerdas vocales falsas y verdaderas.
Debido a que la musculatura de la laringe deriva del mesénquima del cuarto
y sexto arcos faríngeos, todos los músculos de la laringe son inervados por
ramas del décimo par craneal, el nervio vago. El nervio laríngeo superior
inerva los derivados del cuarto arco faríngeo, en tanto que el nervio laríngeo
recurrente lo hace con los derivados del sexto arco faríngeo (para más detalles
sobre los cartílagos laríngeos consúltese el Cap. 17, p. 290).
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