DIAGNÓSTICO PRENATAL
El perinatólogo tiene varias estrategias para valo rar el crecimiento y el
desarrollo del feto in utero, entre ellos ultrasonido, análisis del suero materno,
amniocentesis y muestreo de las vellosidades coriónicas (MVC).
Combinadas, estas técnicas están diseñadas para detectar malformaciones,
anomalías genéticas, crecimiento fetal general y complicaciones del embarazo,
como anomalías placentarias o uterinas. El objetivo general de estas pruebas es
aportar, a las mujeres en riesgo, información que les dé oportunidad para tomar
decisiones informadas en cuanto a su embarazo. Así, el uso y desarrollo de
terapias in utero ha favorecido la creación de un nuevo concepto en medicina en
el que ahora el feto se convierte en paciente.
Ultrasonografía
La ultrasonografía es una técnica relativamente no invasiva que recurre a
ondas de sonido de alta frecuencia que se reflejan desde los tejidos para generar
imágenes. La exploración puede realizarse vía abdominal o vaginal, y en la
segunda se obtienen imágenes de mayor resolución (Fig. 9-8). De hecho, la
técnica, que surgió en la década de 1950, ha avanzado hasta el grado en que es
posible detectar el flujo sanguíneo en los vasos de gran calibre, el movimiento
de las válvulas cardiacas, y el flujo de líquido por la tráquea y los bronquios. La
técnica es segura y de uso frecuente, por lo que alrededor de 80% de las
embarazadas en Estados Unidos se somete al menos a un estudio de este tipo.
Parámetros importantes que revela el ultrasonido incluyen características de
la edad y el crecimiento del feto; presencia o ausencia de anomalías congénitas;
condición del ambiente uterino, incluida la cantidad de líquido amniótico (Fig.
9-9 A); implantación placentaria y flujo sanguíneo umbilical, y presencia de
gestaciones múltiples (Fig. 9-9 B). Todos estos factores se analizan para
determinar las estrategias apropiadas para el control del embarazo.
La determinación de la edad fetal y su crecimiento son cruciales para planear
el control del embarazo, en particular en fetos con peso bajo. De hecho, los
estudios demuestran que la detección y el control mediante ultrasonido en las
gestaciones de fetos con peso bajo permitieron reducir 60% la tasa de mortalidad
respecto de un grupo que no se sometió a este tipo de control. La edad y el
crecimiento del feto se valoran con base en la longitud cráneo-caudal entre las
semanas 5 y 10 de la gestación. Después de ese momento se recurre a medidas
combinadas —entre ellas el diámetro biparietal, longitud del fémur y
circunferencia abdominal (Fig. 9-10). La medición repetida de estos
parámetros incrementa la capacidad para determinar el grado de crecimiento
fetal.
Las malformaciones congénitas que pueden identificarse mediante
ultrasonido son los defectos del tubo neural, anencefalia y espina bífida (v. el
Cap. 18); defectos de la pared abdominal, como onfalocele y gastrosquisis (v. el
Cap. 15); de igual modo, los defectos cardiacos (v. el Cap. 13) y faciales, entre
ellos el labio y el paladar hendidos (v. el Cap. 17).
El ultrasonido también puede utilizarse para identificar el síndrome de Down
y otras anomalías relacionadas con los cromosomas, por medio de un parámetro
denominado grosor del pliegue de la nuca o translucencia nucal. Esta prueba
implica la medición del espacio translúcido ubicado en la región posterior del
cuello del embrión, sitio en que se acumula líquido cuando existen síndrome de
Down y otras anomalías, en particular los defectos cardiacos. El estudio se
realiza entre las 11 y las 14 semanas de la gestación. La información que se
obtiene con este estudio, combinada con las pruebas de marcadores en suero
materno y la edad de la madre, que en conjunto permiten hacer un cálculo de
riesgo para este síndrome. Así, con base en esta valoración del riesgo, una mujer
puede decidir si desea someterse a pruebas invasivas, como la amniocentesis,
que permitirían un diagnóstico definitivo.
Amniocentesis
Durante la amniocentesis se inserta una aguja a través del abdomen hasta la
cavidad amniótica (que se identifican mediante ultrasonido; Fig. 9-9 A), y se
extraen alrededor de 20 a 30 mL de líquido. Por la cantidad de líquido que se
requiere, el procedimiento no suele realizarse antes de las 14 semanas de
gestación, en que existe un volumen suficiente que evita poner en riesgo al feto.
Estudios recientes sugieren que el riesgo de pérdida fetal relacionada con este
procedimiento es bajo, de uno en 300 a 500, pero puede ser incluso inferior si lo
realizan profesionales y centros con gran experiencia en la técnica.
El líquido obtenido se analiza para identificar factores bioquímicos, como
alfa-fetoproteína (AFP) y acetilcolinesterasa. Además, pueden recuperarse
células fetales, que se desprenden hacia el líquido amniótico, y utilizarse para
cariotipificación en metafase y otros análisis genéticos (v. el Cap. 2).
Desafortunadamente las células obtenidas no se dividen con rapidez, por lo que
debe recurrirse a cultivos celulares con mitógenos para obtener células en
metafase suficientes para el análisis. Así, los resultados están disponibles una o
dos semanas tras el procedimiento. Una vez que se obtienen los cromosomas,
pueden identificarse alteraciones cromosómicas importantes, como
translocaciones, roturas, trisomías o monosomías. Con tinciones especiales
(Giemsa) y técnicas de alta resolución pueden identificarse patrones de bandeo
cromosómico. Por otra parte, con los avances recientes en biología molecular
pueden llevarse a cabo análisis moleculares más sofisticados mediante reacción
en cadena de la polimerasa (PCR) y ensayos de genotipificación, que han
incrementado el grado de detección de anomalías genéticas.
Muestreo de vellosidades coriónicas
El MVC implica la inserción de una aguja a través del abdomen o la vagina
hasta alcanzar la masa placentaria y aspirar alrededor de 5 a 30 mg de tejido
velloso. Las células pueden analizarse de inmediato, pero la precisión de los
resultados es limitada debido a la frecuencia elevada de errores cromosómicos
en la placenta normal. Así, las células del núcleo mesenquimatoso se aíslan
mediante tripsinización de la capa externa de trofoblasto y se cultivan. Por
efecto del gran número de células que se obtiene, sólo se requieren entre dos y
tres días de cultivo para permitir el análisis genético. Así, el tiempo necesario
para la caracterización genética del feto es menor en comparación con la
amniocentesis. El riesgo de pérdida del embarazo relacionada con el
procedimiento cuando el MVC es realizado por un profesional experimentado
parece aproximarse al de la amniocentesis. Sin embargo, existen indicios de que
el procedimiento conlleva un riesgo más alto de incremento de los defectos en
extremidades, en particular de los dedos.
Cordocentesis o muestreo percutáneo de sangre umbilical
La cordocentesis o muestreo percutáneo de sangre umbilical (MPSU) es la
técnica que se prefiere para obtener sangre fetal. Puede utilizarse en la semana
14 y se realiza mediante la inserción de una aguja hasta el cordón umbilical, bajo
guía con ultrasonido. Las muestras de sangre aportan célu las para un análisis
citogenético rápido y se utilizan para diagnosticar enfermedades hematológicas.
La técnica tiene una incidencia un poco más alta de pérdida fetal que la
amniocentesis.
Las pruebas diagnósticas prenatales invasivas, como la amniocentesis, el
MVC y el MPSU se reservan para embarazos de alto riesgo. Entre los factores
que determinan un riesgo más alto en la mujer se encuentran los siguientes:
Edad avanzada (35 años o más)
Antecedente familiar de problema genético, como haber tenido un hijo con
síndrome de Down o algún defecto del cierre del tubo neural
Presencia de enfermedad materna, como diabetes
Ultrasonido o prueba para detección en suero con resultado anormal
Pruebas para detección en el suero materno
La búsqueda de marcadores bioquímicos relacionados con la condición fetal
condujo al desarrollo de pruebas de detección en el suero materno. Una de las
primeras pruebas de este tipo fue la cuantificación de las concentraciones séricas
de AFP. La AFP se sintetiza por lo común en el hígado fetal, alcanza una
concentración máxima alrededor de las 14 semanas, y se “fuga” hacia la
circulación materna (AFP en suero materno) a través de la placenta. Así, las
concentraciones de AFP se incrementan en el suero materno durante el segundo
trimestre y después de la semana 30 de gestación comienzan a mostrar
declinación constante. Cuando existen defectos del tubo neural y varias
anomalías más, entre ellas onfalocele, gastrosquisis, distrofia vesical, síndrome
de bridas amnióticas, teratoma sacrococcígeo y atresia intestinal, las
concentraciones de AFP se elevan en el líquido amniótico y en el suero materno.
En otros casos, las concentraciones de AFP disminuyen, como en el síndrome de
Down, la trisomía 18, las anomalías de los cromosomas sexuales y la triploidía.
La cuantificación de AFP, combinada con el análisis de otros marcadores del
segundo trimestre (p. ej., gonadotropina coriónica humana [hCG], estriol libre e
inhibina A) en el suero materno, puede aumentar la tasa de detección de defectos
congénitos. Debido a que estos análisis son para “detección” y no permiten
establecer un diagnóstico definitivo, los resultados positivos requieren una
confirmación adicional mediante técnicas invasivas, como la amniocentesis.
Estudios para detección prenatal no invasivos
En la actualidad es posible aislar células fetales y ADN a partir de la sangre
materna, con el objetivo de detectar anomalías genéticas. Las células fetales
atraviesan la barrera placentaria desde las semanas 4 a 6 de la gestación y
pueden analizarse mediante hibridización in situ con florescencia (FISH) y
técnicas de reaccion en cadena de la polimerasa (PCR). Sin embargo, el
aislamiento de un número suficiente de células a partir de la sangre materna ha
sido complejo. En fecha más reciente los investigadores se concentraron en la
obtención de fragmentos libres circulantes de ADN (cell-free DNA, ADNlc
[libre de celulas]), que se originan de las células del trofoblasto placentario que
sufren apoptosis. Este ADNcl comprende entre 5 y 50% de todo el ADNcl en el
plasma materno y puede aislarse y secuenciarse, lo que permite obtener
secuencias genómicas fetales completas. En consecuencia, la prueba tiene mayor
especificidad y valor predictivo para la detección de aneuploidía (trisomía 13,
18, 21) que las pruebas de detección estándar. En la actualidad este estudio sólo
se utiliza para detección, de tal modo que un resultado positivo se confirma
luego mediante MVC o amniocentesis. Sin embargo, muchos investigadores
consideran que la prueba sustituirá por último a estos procedimientos invasivos.
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