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MADURACIÓN DE LOS PULMONES

 Hasta el séptimo mes de la gestación los bronquiolos experimentan división

continua para dar origen a conductos cada vez más pequeños (fase canalicular) y

la irrigación vascular se incrementa en forma constante (Fig. 14-8 A). Los

bronquiolos terminales se dividen para constituir bronquiolos respiratorios, y

cada uno de estos se divide en tres a seis conductos alveolares (Fig. 14-8 B). Los

conductos terminan en los sacos terminales (alveolos primitivos), que están

rodeados por células alveolares planas en contacto estrecho con los capilares

vecinos (Fig. 14-8 B). Al final del séptimo mes el número de sacos alveolares y

capilares maduros es suficiente para garantizar un intercambio gaseoso

adecuado, lo que permitiría la sobrevivencia en el neonato prematuro (Fig. 14-9)

(Cuadro 14-1).


Durante los últimos 2 meses de la vida intrauterina y varios años tras el

nacimiento, el número de sacos terminales muestra incremento constante. Por

otra parte, las células que recubren los sacos, conocidas como células epiteliales

alveolares (neumocitos) tipo I, se adelgazan cada vez más, de modo que los

capilares circundantes protruyen hacia la luz de los sacos alveolares (Fig. 14-9).

Este contacto íntimo entre las células epiteliales y las endoteliales constituye la

barrera alveolocapilar. No existen alveolos maduros antes del nacimiento.

Además de las células endoteliales y las células epiteliales alveolares planas, se

desarrolla otro tipo de células al final del sexto mes. Éstas, las células epiteliales

alveolares (neumocitos) tipo II, sintetizan surfactante, un líquido con alto

contenido en fosfolípidos capaz de disminuir la tensión superficial en la interfase

alveolocapilar.


Antes del nacimiento los pulmones están llenos de un líquido con alto

contenido en cloruro, proteínas escasas y cierta cantidad de moco proveniente de

las glándulas bronquiales, así como el surfactante derivado de las células del

epitelio alveolar (tipo II). La cantidad de surfactante en el fluido se incrementa,

en particular durante las últimas 2 semanas previas al nacimiento.


Al tiempo que las concentraciones de surfactante aumentan durante la

semana 34 de la gestación, cierta cantidad de este fosfolípido llega al líquido

amniótico y actúa sobre los macrófagos de la cavidad amniótica. La evidencia

sugiere que una vez “activados” estos macrófagos migran por el corion hacia el

útero, donde comienzan a sintetizar proteínas del sistema inmunitario, entre ellas

interleucina 1 beta (IL-1β). La regulación positiva de estas proteínas da origen

al incremento de la síntesis de prostaglandinas que desencadenan las

contracciones uterinas. Así, pudieran existir señales provenientes del feto que

participen en el inicio del trabajo de parto y del parto.


Los movimientos respiratorios fetales inician antes del nacimiento y

generan la aspiración del líquido amniótico. Estos movimientos son importantes

para estimular el desarrollo pulmonar y acondicionar a los músculos

respiratorios. Cuando la respiración inicia al momento del nacimiento la mayor

parte de líquido pulmonar se absorbe con rapidez por medio de los capilares

sanguíneos y linfáticos, y un volumen escaso quizá sea expulsado por la tráquea

y los bronquios durante el parto. Una vez que el líquido se absorbe de los sacos

alveolares, el surfactante se deposita y forma una capa delgada de fosfolípidos

sobre las membranas celulares alveolares. Cuando el aire ingresa a los alveolos

en la primera respiración, la capa de surfactante evita el desarrollo de una

interfase aire-agua (sangre) con una tensión superficial alta. Sin la capa de

surfactante los alveolos colapsarían durante la espiración (atelectasia).


Los movimientos respiratorios tras el nacimiento conducen el aire hacia los

pulmones, que se expanden y llenan la cavidad pleural. Si bien el tamaño de los

alveolos se incrementa en cierto grado, el crecimiento de los pulmones tras el

nacimiento depende ante todo del aumento del número de bronquiolos

respiratorios y alveolos. Se calcula que una sexta parte del número de alveolos

del adulto ya existe al nacer. El resto de los alveolos se forma durante los

primeros 10 años de la vida posnatal mediante la generación continua de

alveolos primarios nuevos.

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