MALFORMACIONES CONGÉNITAS
MALFORMACIONES CONGÉNITAS
Defecto del nacimiento, malformación congénita y anomalía congénita son
conceptos sinónimos que se utilizan para describir trastornos estructurales,
conductuales, funcionales y metabólicos presentes al nacer. Los términos que se
usan para describir el estudio de estos trastornos son teratología (del griego,
teratos, monstruo) y dismorfología. Las anomalías estructurales mayores se
identifican en cerca de 3% de los nacidos vivos, y los defectos congénitos son
una causa importante de mortalidad infantil, al generar alrededor de 25% de las
muertes en esta población. Representan la quinta causa de pérdida potencial de
vida antes de los 65 años y constituyen un factor importante de discapacidades.
La frecuencia de defectos congénitos se puede encontrar en todas las
poblaciones del mundo, sin importar etnia, raza, región geográfica, etc.
Las causas de los defectos congénitos caen dentro de tres categorías: las que
se deben a factores ambientales (15%), las causadas por factores genéticos
(30%) y las que derivan de una interacción del ambiente con la susceptibilidad
genética de la persona. La mayor parte de los defectos congénitos pertenece a
esta última categoría (55%), y en casi todas estas malformaciones congénitas se
desconocen detalles en torno a su origen (Fig. 9-1).
Las malformaciones menores afectan a cerca de 15% de los neonatos. Estas
anomalías estructurales, como la microtia (pabellones auriculares pequeños), las
máculas pigmentadas y las hendiduras palpebrales cortas, no generan por sí
mismas daño a la salud pero, en ciertos casos, se relacionan con de fectos
mayores. Por ejemplo, los neonatos con una anomalía menor tienen un riesgo de
3% de presentar otra mayor; los que padecen dos anomalías menores tienen un
riesgo de 10%, y en aquellos con tres o más anomalías menores el riesgo se
eleva a 20%. Así, las anomalías menores fungen como indicadores para el
diagnóstico de defectos subyacentes más graves. En particular, las anomalías del
oído se reconocen con facilidad y sugieren otros defectos, al tiempo que se
observan en casi todos los niños con malformaciones sindrómicas.
Tipos de anomalías
Muchas malformaciones ocurren durante la formación de estructuras, por
ejemplo, en el periodo de la organogénesis que se extiende desde el inicio de la
tercera semana hasta el final de la octava semana de gestación (Fig. 9-2).
Pueden traer consigo la ausencia completa o parcial de una estructura, o
alteraciones de su configuración normal. Las malformaciones derivan de
factores ambientales, genéticos o ambos, que actúan de manera independiente o
conjunta. Se piensa que los factores teratogénicos que ocurren antes de la tercera
semana siguen la regla del todo o el nada: ya sea que el embrión muera o se
aborte de manera espontánea, o que su velocidad de crecimiento disminuya pero
se recupere y no muestre efectos secundarios. Si bien esta afirmación es válida
para muchos factores que influyen sobre el desarrollo normal, es importante
señalar que el establecimiento de los ejes corporales de desarrollo ocurre desde
una fase tardía de la primera semana, en la etapa del blastocisto (v. el Cap. 3, p.
44), y que una gran variedad de defectos congénitos puede deberse a la
interrupción de la señalización celular durante la determinación de los ejes
cráneo-caudal e izquierda-derecha (v. el Cap. 5, p. 60, y el Cap. 13, p. 179). Así,
el periodo crítico en que se genera la mayor parte de los defectos congénitos
estructurales se extiende desde el momento de la fecundación hasta la octava
semana de la gestación (Fig. 9-2). En el periodo que sigue a la octava semana y
hasta el nacimiento la exposición a un factor tóxico no suele producir defectos
estructurales, debido a que los sistemas orgánicos ya se formaron y se rebasó el
periodo crítico. Sin embargo, la diferenciación de los órganos, en particular el
cerebro, aún es sensible durante este periodo y pueden afectarse. Por lo tanto, no
existe algún momento de la gestación que sea segura en relación con los
teratógenos (Fig. 9-2).
Las disrupciones dan origen a alteraciones morfológicas de estructuras ya
formadas, y se deben a procesos destructivos. Los accidentes vasculares que
determinan defectos transversos en las extremidades y otros producidos por
bandas amnióticas son ejemplos de factores destructivos que generan
disrupciones (Fig. 9-3).
Las deformaciones son consecuencia de fuerzas mecánicas que moldean
una parte del feto durante un periodo prolongado. Por ejemplo, el pie equino
varo aducto se debe a la compresión dentro de la cavidad amniótica (Fig. 9-4).
Las deformaciones también afectan al sistema musculoesquelético y pueden ser
reversibles tras el nacimiento.
Un síndrome es un grupo de anomalías que ocurren juntas y tienen una
causa común específica. Este término indica que se estableció un diagnóstico y
que se conoce el riesgo de recurrencia. En contraste, una asociación es la
presentación no aleatoria de dos o más anomalías que se presentan juntas con
más frecuencia que por el simple azar, pero cuya causa no se ha identificado. Un
ejemplo es la asociación VACTERL (anomalías vertebrales, atresia anal,
defectos cardiacos, fístula traqueoesofágica, anomalías renales y defectos en las
extremidades). Si bien no constituyen un diagnóstico, las asociaciones son
importantes debido a que el reconocimiento de uno o más de sus componentes
conduce a la búsqueda de otras pertenecientes al grupo.
Factores ambientales
Hasta el inicio de la década de 1940 se asumía que los defectos congénitos se
debían ante todo a factores hereditarios. Cuando N. Gregg descubrió que la
rubeola que afectaba a la madre durante una fase temprana del embarazo
generaba anomalías en el embrión, se hizo evidente que las malformaciones
congénitas en el humano también podían derivar de factores ambientales. En
1961, las observaciones de W. Lenz vincularon los defectos de las extremidades
con el sedante talidomida, y dejaron claro que los fármacos podían atravesar la
placenta y producir defectos congénitos (Fig. 9-5). Desde entonces muchos
agentes se han identificado como teratógenos (factores que causan defectos
congénitos; Cuadro 9-1, p. 132).
Principios de teratología
Se han definido los factores que determinan la capacidad de un agente para
producir defectos congénitos, y se han constituido en los principios de la
teratología. Incluyen los siguientes:
1. La susceptibilidad a la teratogénesis depende del genotipo del producto
de la concepción, y el modo en que su composición genética interactúa
con el ambiente. El genoma materno también es importante en relación
con el metabolismo de los fármacos, la resistencia a la infección, así como
otros procesos bioquímicos y moleculares que afectan al embrión.
2. La susceptibilidad a la teratogénesis varía de acuerdo con la etapa del
desarrollo del embrión en que se produce la exposición. Muchos
defectos congénitos son inducidos durante la tercera a la octava semanas
de gestación, que corresponde al periodo de la embriogénesis
(organogénesis). Los sistemas orgánicos se establecen y desarrollan
durante este periodo, y cada uno puede tener una o más fases de
susceptibilidad. Por ejemplo, el paladar hendido puede ser inducido en la
etapa del blastocisto (día 6), durante la gastrulación (día 14), en la fase
temprana de yemas de las extremidades (quinta semana) o cuando se están
formando las crestas palatinas (séptima semana). De igual modo, es
importante señalar que no todos los defectos se inducen entre la tercera y la
octava semanas. Casi cualquier tipo de malformación puede ser inducida
durante el establecimiento de los ejes corporales que tiene lugar durante la
primera semana. De igual modo, otros defectos pueden producirse después
de las 8 semanas, en particular los que afectan el cerebro y dan origen a
discapacidades para el aprendizaje y de tipo motor (Fig. 9-2). Así, no
existe alguna fase del desarrollo que sea del todo segura.
3. Las manifestaciones del desarrollo anómalo dependen de la dosis y la
duración de la exposición a un teratógeno.
4. Los teratógenos actúan de maneras específicas (mecanismos) sobre las
células y los tejidos en desarrollo, para desencadenar una embriogénesis
anormal (patogénesis). Los mecanismos pueden implicar la inhibición de
un proceso bioquímico o molecular específico; la patogénesis puede
implicar la muerte celular, la disminución de la proliferación celular u
otros fenómenos celulares.
5. Las manifestaciones del desarrollo anormal por efecto del teratógeno son
muerte, malformaciones, retraso de crecimiento y trastornos funcionales.
Agentes infecciosos
Entre los agentes infecciosos que inducen defectos al nacimiento (Cuadro 9-1)
se encuentran distintos virus. Los defectos congénitos debidos a la rubeola
durante el embarazo (síndrome de rubeola congénita) solían ser un problema
importante, no obstante el desarrollo y la aplicación amplia de la vacuna casi han
eliminado las malformaciones congénitas por esta causa.
El citomegalovirus es una amenaza grave. A menudo la madre carece de
síntomas, pero los efectos sobre el feto pueden ser devastadores. La infección
puede causar enfermedad grave al nacer y en ocasiones es letal. Por otra parte,
algunos neonatos son asintomáticos al nacer, pero desarrollan anoma lías más
tarde, como pérdida auditiva, disfunción visual y discapacidad intelectual.
Los virus del herpes simple y la varicela pueden causar defectos
congénitos. Las anomalías inducidas por el virus del herpes son raras y, por lo
general, la infección se transmite al neonato durante el nacimiento, lo que le
genera enfermedad grave y, en ocasiones, la muerte. La infección intrauterina
por varicela desencadena cicatrización cutánea, hipoplasia en extremidades, y
malformaciones en ojos y sistema nervioso central. La presencia de defectos
congénitos tras la infección prenatal por varicela es rara y depende del momento
en que ocurre la infección. Entre los neonatos de mujeres infectadas antes de las
13 semanas de gestación, 0.4% muestra malformación, en tanto el riesgo se
incrementa hasta 2% en aquéllos cuyas madres sufren la infección entre las
semanas 13 y 20 de la gestación.
El virus Zika induce síndrome congénito por Zika tras la transmisión del
virus de la madre infectada al feto. La infección que ocurre al final del primer
trimestre (semanas 7 a 12) es la que tiene más probabilidad de dañar al feto, si
bien se han identificado anomalías tras infecciones incluso a las 18 semanas.
Cerca de 30% de los embarazos en los que las mujeres tienen resultados
positivos para el virus muestra efectos adversos. La infección es transmitida ante
todo por mosquitos, pero se han informado casos de transmisión sexual. La
infección por virus Zika produce un patrón único de defectos congénitos en los
niños afectados, que incluye (1) microcefalia intensa con sobreposición de
suturas craneales, piel redundante en el cuero cabelludo y en la parte posterior de
la cabeza, y prominencia del hueso occipital (Fig. 9-6); (2) adelgazamiento de la
corteza cerebral con giros anormales y calcificaciones subcorticales; (3)
microoftalmia y coloboma; (4) contracturas articulares (artrogriposis), y (5)
secuelas neurológicas, entre ellas defectos motores y cognitivos. El blanco
celular del virus son las células progenitoras neurales, que presentan
disminución de sus tasas de proliferación e incremento de muerte celular tras la
infección.
El virus Zika se descubrió en 1947 en el bosque de Zika en Uganda, pero se
documentaron pocos efectos en humanos hasta que en 2007 se presentó un
número elevado de casos de enfermedad febril leve en habitantes de varias islas
del Sur del Pacífico, en que se confirmó al virus como agente causal. Este brote
fue seguido por otro de 2013 a 2016 en un gran número de islas de la misma
región y, en estos casos, algunos individuos desarrollaron síndrome de Guillain-
Barré. En 2015 el virus llegó a América, primero a Brasil y de manera
subsecuente al Sur de Estados Unidos. Una vez que el virus llegó a Brasil se
identificó un número creciente de neonatos con microcefalia, y se confirmó la
relación entre la infección materna por Zika y este defecto congénito específico.
Mediante análisis retrospectivo se identificaron casos de microcefalia en algunas
de las islas del Sur del Pacífico.
Otras infecciones virales e hipertermia
Al parecer no se producen malformaciones tras la infección materna por virus de
sarampión, parotiditis, hepatitis, poliomielitis, echovirus, coxsackie o influenza,
pero algunas de estas infecciones pueden desencadenar aborto espontáneo o
muerte fetal, o bien transmitirse al feto. Por ejemplo, el virus coxsackie B puede
inducir incremento del aborto espontáneo, en tanto sarampión y parotiditis
pueden provocar aumento de las tasas de muerte fetal temprana y tardía, así
como sarampión y parotiditis neonatales. En la hepatitis B existe una tasa
elevada de transmisión al feto, que desarrolla hepatitis intrauterina y neonatal,
mientras los virus de la hepatitis A, C y E rara vez se transmiten por vía
transplacentaria. Los echovirus parecen no generar daño al feto. De igual modo,
no existe evidencia de que la vacunación contra cualquiera de estas
enfermedades dañe al feto.
Un factor que complica la situación y se relaciona con estos y otros agentes
infecciosos, es que casi todos son pirógenos (generadores de fiebre), y la
elevación de la temperatura corporal (hipertermia) por fiebre o quizá fuentes
externas, como los baños en tina con agua caliente y saunas, es teratogénica. De
manera característica, las temperaturas altas afectan la neurulación y originan
defectos del cierre del tubo neural, como anencefalia y espina bífida.
La toxoplasmosis puede inducir defectos congénitos. Carne mal cocida,
heces de animales domésticos, en particular de gatos, y suelo contaminado con
heces pueden contener al protozoario parásito Toxoplasma gondii. Una
característica peculiar de la infección fetal por toxoplasmosis corresponde a las
calcificaciones cerebrales. Otras características que pueden existir al momento
del nacimiento son microcefalia (cabeza pequeña), macrocefalia (cabeza grande)
o hidrocefalia (incremento del líquido cefalorraquídeo dentro del cerebro). De
manera similar a lo que ocurre con el citomegalovirus, los neonatos que parecen
normales al nacer pudieran desarrollar más tarde disfunción visual, pérdida
auditiva, crisis convulsivas y discapacidad intelectual.
Radiación
La radiación ionizante provoca la muerte de las células en proliferación rápida,
de tal modo que es un teratógeno potente capaz de producir casi cualquier tipo
de defecto congénito, lo que depende de la dosis y la etapa de desarrollo en que
se encuentra el producto al momento de la exposición. La radiación por
explosiones nucleares también es teratogénica. Entre las sobrevivientes que se
encontraban embarazadas al momento de las explosiones de las bombas
atómicas en Hiroshima y Nagasaki, 28% tuvo aborto espontáneo, 25% tuvo
neonatos que fallecieron durante el primer año de la vida y 25% tuvo hijos con
defectos congénitos graves, entre otros del sistema nervioso central. De manera
similar, la explosión del reactor nuclear en Chernóbil, que liberó hasta 400 veces
la cantidad de radiación que las bombas nucleares, también tuvo como
consecuencia un incremento de las anomalías congénitas en toda la región. La
radiación también es un agente mutagénico y puede desencadenar alteraciones
genéticas en las células germinales, con lo que se podrían originar
malformaciones subsecuentes.
Medicamentos y agentes químicos
El papel de los agentes químicos y los fármacos (medicamentos) en la
generación de anomalías en el humano es difícil de valorar por dos razones: (1)
casi todos los estudios son retrospectivos y dependen de la memoria de la madre
para identificar el antecedente de exposición, y (2) las embarazadas toman
muchos medicamentos. Un estudio de los National Institutes of Health encontró
que en Estados Unidos las embarazadas tomaban en promedio cuatro
medicamentos durante el embarazo. Sólo 20% de las gestantes no utilizó
fármacos durante el embarazo. Incluso ante este uso amplio de fármacos durante
el embarazo se dispone de información insuficiente para juzgar la seguridad de
alrededor de 90% de estas sustancias durante la gestación.
Por otra parte, un número más bien escaso, entre muchos medicamentos
utilizados durante el embarazo, se ha identificado de manera indudable como
teratógeno. Un ejemplo es la talidomida, un fármaco usado para eliminar la
náusea y como somnífero. En 1961, en Alemania Occidental se observó que la
frecuencia de amelia y meromelia (ausencia total o parcial de las
extremidades), una anomalía rara que solía ser heredada, había aumentado en
forma súbita (Fig. 9-5). Esta observación condujo al análisis de los antecedentes
prenatales de los niños afectados y al descubrimiento de que muchas de las
madres habían tomado talidomida en una fase temprana del embarazo. La
relación causal entre la talidomida y la meromelia se descubrió sólo porque esta
anomalía era demasiado inusual. Si el defecto hubiera sido más común, como el
paladar hendido o las malformaciones cardiacas, la relación con el fármaco
pudiera haberse pasado por alto con facilidad.
El descubrimiento de que un medicamento como la talidomida podía
atravesar la placenta y provocar defectos congénitos fue revolucionario, y fue un
paso directo a la ciencia de la teratología y la fundación de la Teratology
Society. En la actualidad aún se usa la talidomida como agente
inmunomodulador en el tratamiento de personas con SIDA y otras enfermedades
con componente inmunitario, como lepra, lupus eritematoso y enfermedad de
injerto contra huésped. Siguen presentándose de fectos en las extremidades en
los fetos expuestos al fármaco, pero ahora se sabe que también produce otras
malformaciones. Entre ellas se encuentran malformaciones cardiacas, fisuras
orofaciales, discapacidad intelectual, autismo, así como defectos de los sistemas
urogenital y gastrointestinal.
Se ha demostrado que la isotretinoína, un análogo de la vitamina A, causa
un patrón característico de malformaciones conocido como embriopatía por
isotretinoína. El fármaco se prescribe para el tratamiento del acné quístico y
otras dermatosis crónicas, pero es muy teratogénico y puede producir casi
cualquier tipo de malformación. Incluso los retinoides tópicos, como el
etretinato, tienen potencial de inducir anomalías. La vitamina A misma puede
ser teratogénica en dosis altas, de acuerdo con estudios en animales y el hecho
de que la isotretinoína sea un compuesto estrechamente relacionado. La dosis
precisa de vitamina A con potencial de causar daño es controversial (> 10 000 o
> 25 000 UI), pero la que por lo común contienen los multivitamínicos (2 000 a
8 000 UI) es inferior a estas cifras, y para alcanzarla se requeriría que la mujer
tomara más de un multivitamínico por día.
Otros fármacos con potencial teratogénico son los anticonvulsivos
difenilhidantoína (fenitoína), ácido valproico y trimetadiona, que se
administran a mujeres con trastornos convulsivos. De manera específica, la
trimetadiona y la difenilhidantoína dan origen a un gran número de anomalías
que constituyen patrones dismorfogénicos específicos, conocidos como
síndrome por trimetadiona y síndrome fetal por hidantoína. Las fisuras
faciales son en particular frecuentes en estos síndromes. El anticonvulsivo ácido
valproico incrementa el riesgo de varias malformaciones, entre ellas
comunicación interauricular (CIA), paladar hendido, hipospadias, polidactilia y
craneosinostosis, no obstante el riesgo más alto se relaciona con la espina bífida,
un defecto del cierre del tubo neural. La carbamazepina, otro anticonvulsivo,
también se ha vinculado con aumento del riesgo de defecto del cierre del tubo
neural y quizá otros tipos de malformaciones. Incluso medicamentos
anticonvulsivos más recientes como el topiramato aumentan el riesgo de labio
hendido, con o sin fisura palatina. Un factor que genera confusión en estas
pacientes es el hecho de que requieren estos fármacos para prevenir las crisis
convulsivas. Sin embargo, debido a su potencial teratogénico, el tipo de
medicamento que utilizan y su dosis deben analizarse para permitir la mejor
evolución para la mujer y su hijo.
Se sospecha que los fármacos antipsicóticos y ansiolíticos (tranquilizantes
mayores y menores respectivamente) inducen malformaciones congénitas. Los
antipsicóticos fenotiazina y litio han sido señalados como teratógenos. Si bien
existe conflicto en cuanto a la evidencia de la capacidad teratogénica de las
fenotiazinas, está mejor documentada una asociación entre el litio y los defectos
cardiacos congénitos, en particular la anomalía de Ebstein (v. el Cap. 13, p.
198), no obstante, el riesgo es bajo.
Entre los fármacos antidepresivos, los que actúan como inhibidores
selectivos de la recaptura de serotonina (ISRS), como fluoxetina, paroxetina,
sertralina, citalopram y escitalopram, se han vinculado con defectos congénitos
múltiples mediante estudios epidemiológicos, quizá por el papel que desempeña
la serotonina en la determinación del eje izquierda-derecha (lateralidad; v. el
Cap. 5, p. 63). El corazón es en particular sensible debido a su lateralidad
compleja y se han observado muchos tipos de defectos cardiacos en neonatos de
mujeres que recibían estos fármacos. Incluso malformaciones de la línea media,
como defectos del cierre del tubo neural, paladar hendido y atresia anal, se han
asociado con la exposición a estos fármacos, que según estudios en animales son
consecuencia de la alteración de la señalización coordinada esencial para la
determinación de los ejes cráneo-caudal e izquierda-derecha del embrión (v. el
Cap. 5, p. 60, y el Cap. 13, p. 179). La exposición prenatal a este tipo de
medicamentos también se ha relacionado con un aumento del riesgo de
depresión y ansiedad durante la adolescencia.
El ondansetrón se desarrolló para prevenir la náusea y el vómito tras la
terapia del cáncer y la cirugía, pero se ha convertido en un fármaco popular, si
bien de uso no autorizado, para prevenir la náusea y el vómito relacionados con
el embarazo. Alrededor de 70 a 85% de las embarazadas sufre náusea y vómito
y, en ciertos casos, estos síntomas pueden ser severos. El ondansetrón es eficaz
para el control de estos síntomas, pero existe evidencia reciente que sugiere que
el medicamento puede originar fisuras faciales y defectos cardiacos si se utiliza
durante las primeras semanas del embarazo, en que suelen presentarse la náusea
y el vómito.
Los medicamentos opioides, como codeína, hidrocodona y oxicodona, se
utilizan para tratar el dolor intenso y en años recientes se ha incrementado tanto
su uso como su consumo excesivo. Los estudios epidemiológicos confirman una
relación entre el uso de estos fármacos y los defectos del cierre del tubo neural,
los de tipo cardiaco y la gastrosquisis (un defecto de la pared abdominal).
El mofetil micofenolato es un fármaco inmunosupresor que se utiliza para
prevenir el rechazo de órganos trasplantados. El uso del medicamento durante el
embarazo ha generado aborto espontáneo y defectos congénitos, entre ellos labio
y paladar hendidos, microtia (orejas pequeñas), microcefalia y defectos
cardiacos.
El anticoagulante warfarina es teratogénico. Los recién nacidos de madres
con exposición al fármaco durante el primer trimestre muestran anomalías
esqueléticas, entre ellas hipoplasia nasal, anomalías de las epífisis anormales de
huesos largos e hipoplasia de las extremidades. En contraste, el anticoagulante
heparina no parece ser teratogénico.
Los fármacos antihipertensivos que inhiben a la enzima convertidora de
la angiotensina (ECA) inducen retraso del crecimiento, disfunción renal,
muerte fetal y oligohidramnios si la exposición ocurre durante el segundo o
tercer trimestres. Los efectos de la exposición a estos compuestos durante el
primer trimestre no están bien definidos.
También se ha recomendado cautela en relación con varios compuestos más
que pudieran dañar al embrión o al feto. Resaltan entre estos propiltiouracilo y
yoduro de potasio (bocio y discapacidad intelectual), estreptomicina (pérdida
auditiva), sulfonamidas (kernicterus), el antidepresivo imipramina (defectos de
las extremidades), tetraciclinas (anomalías en huesos y dientes), anfetaminas
(fisuras orales y anomalías cardiovasculares) y quinina (pérdida auditiva).
Drogas ilícitas, alcohol y tabaco
Uno de los problemas de la sociedad actual es el efecto del uso materno de
drogas de consumo social, como la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), la
fenciclidina (PCP) o “polvo de ángel”, la marihuana, la cocaína, el alcohol y el
tabaco, sobre el desarrollo embrionario y fetal. En el caso del LSD se han
informado anomalías de las extremidades y malformaciones del sistema
nervioso central. Una revisión amplia de más de 100 publicaciones, no obstante,
condujo a la conclusión de que el LSD puro utilizado en dosis moderadas no es
teratogénico y no causa daño genético. Una carencia similar de evidencia
concluyente de teratogenicidad se describe para la PCP. El consumo de cocaína
se ha vinculado con trabajo de parto prematuro, retraso del crecimiento
intrauterino y aborto espontáneo. De igual modo, se han observado
malformaciones cardiacas, genitourinarias y cerebrales en neonatos de mujeres
que consumieron cocaína, y pudiera tener efectos a largo plazo sobre la
conducta. Una dificultad para definir los efectos de la droga es el hecho que las
mujeres que consumen cocaína a menudo utilizan también otras sustancias, en
particular alcohol.
Existe una asociación bien documentada entre el consumo materno de
alcohol y las anomalías congénitas, y puesto que su uso es amplio, la incidencia
de defectos congénitos relacionados con esta sustancia es alta. Por ejemplo, se
calcula que la incidencia del síndrome alcohólico fetal (SAF) es de dos a nueve
neonatos por 1 000 nacimientos, en tanto el del trastorno del espectro
alcohólico fetal (TEAF) es de 24 a 48 neonatos por 1 000 nacimientos. Debido
a que el alcohol puede inducir un espectro amplio de defectos, que varían desde
la discapacidad intelectual hasta las anomalías estructurales del cerebro
(microcefalia, holoprosencefalia), la cara y el corazón, se utiliza el concepto de
TEAF para hacer referencia a cualquier defecto vinculado con el alcohol. El
SAF representa el extremo grave del espectro. Entre los criterios que se
requieren para el diagnóstico de SAF se encuentran disminución del crecimiento
(< percentil 10), disminución de la circunferencia cefálica (percentil 10) y dos de
tres características faciales clave (hendiduras palpebrales cortas, hipoplasia del
filtrum, labio superior fino). Además, los individuos afectados siempre cursan
con algunos trastornos cognitivos y pudieran tener defectos congénitos
estructurales (Fig. 9-7). El trastorno del neurodesarrollo relacionado con el
alcohol (TNRA) hace referencia a los casos en que existe evidencia de
afectación del sistema nervioso central que no cumple los criterios diagnósticos
para SAF. La incidencia de SAF y TNRA juntos se calcula de uno de cada 100
nacidos vivos. Por otra parte, el alcohol es la causa principal de discapacidad
intelectual. Se desconoce la cantidad de alcohol necesaria para inducir un
problema del desarrollo. La dosis y el momento del consumo durante la
gestación son críticos, pero es probable que no exista un nivel “seguro”. Incluso
el consumo intenso ocasional (> 5 bebidas por ocasión) en una fase crítica del
desarrollo parece incrementar el riesgo de defectos congénitos, en particular
fisuras orofaciales.
Evidencia científica reciente sugiere que en algunos casos el alcohol actúa
como un teratógeno al generar una regulación negativa sobre la señalización
mediada por Sonic hedgehog al interferir con la unión de esta proteína con el
colesterol. A su vez, esta regulación negativa da origen a un desarrollo cerebral
anómalo y a la muerte de las células de la cresta neural, que son esenciales para
el desarrollo craneofacial normal.
La marihuana (tetrahidrocannabinol) se ha vinculado con una evolución
adversa variable del embarazo, ya sea que se fume o ingiera. Algunos estudios
han confirmado su relación con el aumento de la anencefalia, un defecto del
cierre del tubo neural, si la droga se consume durante las primeras cuatro
semanas del embarazo. Otros estudios han demostrado una asociación entre el
uso de marihuana y el aumento de los defectos del neurodesarrollo, como
trastorno por déficit de atención/ hiperactividad, discapacidades para el
aprendizaje y disfunción de la memoria. La droga también pudiera causar parto
prematuro y peso bajo al nacer.
El tabaquismo se ha vinculado con un aumento del riesgo de fisuras
orofaciales (labio leporino y paladar hendido) y es un factor de riesgo moderado
para los defectos cardiacos, entre ellos transposición de los grandes vasos, CIA,
estenosis pulmonar y persistencia del tronco arterioso. También contribuye a la
restricción del crecimiento intrauterino, al parto prematuro, los abortos
espontáneos y al óbito fetal. Tras el nacimiento se observa mayor riesgo de peso
bajo al nacer, síndrome de muerte súbita infantil, asma e infecciones
respiratorias superiores.
Hormonas
AGENTES ANDROGÉNICOS
En el pasado a menudo se utilizaban durante el embarazo progestágenos
sintéticos, con el fin de prevenir el aborto. Los progestágenos etisterona y
noretisterona tienen actividad androgénica considerable y se han informado
muchos casos de masculinización de los genitales en embriones femeninos. Las
anomalías consisten en hipertrofia del clítoris con grados variables de fusión de
los pliegues labioescrotales.
SUSTANCIAS CON ACTIVIDAD ENDOCRINA
Las sustancias con actividad endocrina son agentes exógenos que interfieren
con las acciones reguladoras normales de las hormonas que controlan los
procesos del desarrollo. Las más de las veces estos agentes interfieren con la
acción del estrógeno por medio de su receptor, y generan anomalías del
desarrollo del sistema nervioso central y del aparato reproductor. Desde hace
algún tiempo se sabe que el estrógeno sintético dietilestilbestrol (DES), que se
utilizaba para prevenir el aborto, incrementa la incidencia de carcinoma vaginal
y del cuello uterino en mujeres expuestas in utero al medicamento. Por otra
parte, un porcentaje alto de estas mujeres cursa con disfunción reproductiva,
debida en parte por malformaciones congénitas del útero, de las tubas uterinas y
del tercio superior de la vagina. Los embriones masculinos expuestos in utero
también pueden afectarse, como lo evidencia el incremento de las
malformaciones de los testículos y las anomalías del semen en estos individuos.
En contraste con las mujeres, sin embargo, en los varones no aumenta el riesgo
de carcinomas del aparato reproductor.
En la actualidad los estrógenos de origen ambiental generan inquietud, y se
están realizando estudios numerosos para determinar sus efectos previos al
nacimiento. La disminución del conteo espermático y la mayor incidencia de
cáncer testicular, hipospadias y otras anomalías en el aparato reproductor
humano, junto a las anomalías documentadas del sistema nervioso central.
(masculinización del cerebro femenino y feminización del masculino) en otras
especies con exposiciones ambientales intensas, han generado conciencia en
torno a la posible existencia de efectos dañinos generados por estos agentes.
Muchos se forman a partir de productos químicos utilizados con fines
industriales y de pesticidas.
ANTICONCEPTIVOS ORALES
Las píldoras anticonceptivas, que contienen estrógenos y progestágenos,
parecen tener un potencial teratogénico bajo. No obstante, debido a que otras
hormonas, como el DES, producen anomalías, el uso de anticonceptivos orales
debe suspenderse si se sospecha embarazo.
CORTISONA
El trabajo experimental ha demostrado en forma repetida que la cortisona que se
inyecta a ratones y conejos en ciertas fases del embarazo induce un porcentaje
elevado de paladar hendido en sus productos. Algunos estudios epidemiológicos
recientes también sugieren que las mujeres que reciben corticoesteroides durante
el embarazo cursan con un aumento modesto del riesgo de tener un hijo con una
fisura orofacial.
Fecundación in vitro
La evidencia derivada de varios estudios indica que las técnicas para
fecundación in vitro se relacionan con un incremento de los defectos congénitos
y que estas tasas son más altas cuando se utilizan procedimientos de inyección
intracitoplásmica de espermatozoide (ICSI). Por otra parte, cualquier
tratamiento para la infecundidad, ya sea la inducción química de la ovulación o
la fecundación in vitro, se vincula con un mayor riesgo de mortinatos, peso bajo
al nacer y prematuridad.
Enfermedad materna
DIABETES
Los trastornos del metabolismo de los carbohidratos durante el embarazo en
mujeres diabé ticas determinan una incidencia alta de óbito fetal, muertes
neonatales, neonatos macrosómicos y malformaciones congénitas. El riesgo de
anomalías congénitas en neonatos de mujeres con diabetes pregestacional
(diabetes que se diagnostica antes de el embarazo; tanto tipo 1 [dependiente de
insulina] como tipo 2 [no dependiente de insulina]) es de tres a cuatro veces el
de los recién nacidos cuyas madres no padecen diabetes, y se han informado
cifras incluso de 80% en recién nacidos de mujeres diabéticas con enfermedad
de larga evolución. Se observa aumento del riesgo para distintas
malformaciones, entre ellas defectos del cierre del tubo neural y cardiopatía
congénita. También existe un riesgo más alto de disgenesia caudal (sirenomelia;
v. la Fig. 5-8, p. 66).
Los factores responsables de estas anomalías no se han identificado; no
obstante, la evidencia sugiere que las concentraciones alteradas de glucosa
desempeñan algún papel, y que la insulina no es teratogénica. En este sentido
existe una correlación importante entre la gravedad y la duración de la
enfermedad en la madre y la incidencia de malformaciones. De igual modo el
control estricto de las concentraciones de glucosa en la madre des de antes de la
concepción y su mantenimiento durante la gestación disminuye la incidencia de
malformaciones hasta la observada en la población general.
El riesgo de defectos al nacer relacionado con la diabetes gestacional
(diabetes que se diagnostica por vez primera durante el embarazo) es menos
claro y algunos estudios, mas no todos, muestran un incremento discreto del
riesgo. Dado que el inicio de la diabetes gestacional ocurre tras el periodo crítico
para la inducción de defectos congénitos estructurales (semanas 3 a 8 de la
gestación), algunos investigadores han sugerido que cualquier incremento
observado del riesgo puede derivar del hecho de que algunas mujeres en quienes
se diagnostica diabetes gestacional quizá padecían diabetes antes de la
concepción; no obstante, no se les había detectado.
FENILCETONURIA
Las mujeres con fenilcetonuria (PKU), en quienes existe deficiencia o
disminución de la enzima hidroxilasa de fenilalanina que determina un
incremento de las concentraciones séricas de ese aminoácido, se encuentran en
riesgo de tener neonatos con discapacidad intelectual, microcefalia y defectos
cardiacos. Las mujeres con PKU, que llevan una dieta baja en fenilalanina desde
antes de la concepción y la respetan durante el embarazo, permiten que el riesgo
para su neonato se reduzca hasta el observado en la población general.
Deficiencias nutricionales
Si bien se ha comprobado que muchas deficiencias nutricionales, en particular
las vitamínicas, son teratogénicas en animales de laboratorio, la evidencia de la
causa y los efectos específicos en el humano es más difícil de documentar. Un
ejemplo corresponde al cretinismo endémico, que deriva de la deficiencia de
yodo, y se caracteriza por un desarrollo mental y un crecimiento físico
deficientes. Evidencia reciente también señala que las dietas con deficiencia de
metilos alteran la expresión de los genes con impronta y pudieran dar origen a
defectos congénitos y ciertas enfermedades, como el cáncer en la vida posnatal.
Por último, estudios recientes muestran que la nutrición materna deficiente antes
y durante el embarazo contribuye al bajo peso al nacer y los defectos congénitos,
y que la inanición durante la gestación se asocia con un incremento de dos a tres
veces la incidencia de esquizofrenia en los hijos.
Obesidad
La obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas en Estados Unidos y casi se
duplicó en los últimos 15 años. Entre 2007 y 2008 más de una tercera parte
de las mujeres en edad reproductiva padecía obesidad (índice de masa
corporal >30).
La obesidad previa al embarazo se relaciona con la duplicación del riesgo de
tener un neonato con algún defecto del cierre del tubo neural. La etiología del
fenómeno no se ha identificado, pero pudiera vincularse con las alteraciones del
metabolismo materno re lacionadas con la glucosa, la insulina u otros factores.
La obesidad previa al embarazo también intensifica el riesgo de tener un recién
nacido con un defecto cardiaco, onfalocele y anomalías con génitas múltiples.
Hipoxia
La hipoxia induce malformaciones congénitas en una gran variedad de
experimentos en animales. Queda por confirmar si esto mismo es válido para los
humanos. Si bien los niños nacidos a gran altitud relativa suelen tener menor
peso y ser más pequeños que los que nacen cerca o al nivel del mar, no se ha
observado algún incremento de la incidencia de malformaciones congénitas.
Además, las mujeres con cardiopatía cianótica a menudo tienen neonatos
pequeños, pero por lo general sin malformaciones congénitas evidentes.
Metales pesados
Hace varios años los investigadores de Japón observaron que cierto número de
mujeres que llevaban dietas integradas ante todo por pescado tenía hijos con
síntomas neurológicos múltiples similares a los de la parálisis cerebral. La
exploración adicional reveló que el pescado contenía una concentración excesiva
de mercurio orgánico, que era desechado por grandes industrias en la bahía de
Minamata y otras aguas costeras de Japón. Muchas de las mujeres no mostraban
síntomas, lo que revela que el feto es más sensible al mercurio que la madre. En
Estados Unidos se hicieron observaciones similares cuando se alimentaron
cerdos con semilla de maíz tratada con un fungicida que contenía mercurio, y
después la carne fue consumida por mujeres embarazadas. Del mismo modo, en
Irak, varios miles de recién nacidos fueron afectados una vez que sus madres
consumieron granos tratados con fungicidas mercuriales.
El plomo se ha relacionado con un incremento de los abortos, retraso del
crecimiento y trastornos neurológicos.
Teratogénesis mediada por el varón
Diversos estudios han indicado que la exposición a sustancias químicas y
agentes de otros tipos, como etilnitrosourea y radiación, pueden inducir
mutaciones en las células germinales masculinas. Investigaciones
epidemiológicas han vinculado la ocupación paterna y las exposiciones
ambientales a mercurio, plomo, solventes, alcohol, tabaquismo y otros
compuestos con el aborto espontáneo, el peso bajo al nacer y los defectos
congénitos. La edad paterna avanzada es un factor para el incremento del
riesgo de ciertos tipos de defectos congénitos estructurales, síndrome de Down y
mutaciones autosómicas dominantes de novo. En relación con las mutaciones,
los hombres transmiten un mayor número de mutaciones a sus hijos que las
mujeres, y la edad del padre es el factor dominante en la determinación del
número de mutaciones de novo en los niños. Así, la edad a la cual los hombres
se reproducen puede afectar en gran medida la tasa de cambio genómico en la
población, de tal modo que a mayor edad del varón el riesgo de tener
descendencia con alguna mutación es mayor. Incluso la transmisión de la
toxicidad mediada por el padre es posible por medio del líquido seminal y por la
contaminación en el entorno del hogar causada por productos químicos llevados
a casa por el padre en su ropa desde el sitio de trabajo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario