Los tabiques principales del corazón se forman entre los días 27 y 37 del
desarrollo, cuando la longitud del embrión aumenta de 5 mm a 16 y 17 mm,
aproximadamente. Un mecanismo por el cual puede formarse un tabique implica
el crecimiento activo de dos masas de crecimiento activo que se aproximan una
a otra hasta fusionarse, de modo que dividen la cavidad en dos conductos
independientes (Fig. 13-14 A, B). Un tabique de este tipo también pudiera
formarse por el crecimiento activo de una sola masa tisular que se expande hasta
alcanzar el lado opuesto de la cavidad (Fig. 13-14 C). La formación de este tipo
de masas tisulares, denominadas almohadillas o cojinetes endocárdicos,
depende de la síntesis y el depósito de matriz extracelular, así como de la
migración y la proliferación de las células. Así, en regiones en que se forman
estas almohadillas existe incremento de la síntesis de matriz extracelular, que da
origen a prominencias cubiertas por células endocárdicas que se introducen a la
cavidad (Fig. 13-15 A, B). Estas prominencias endocárdicas se desarrollan en las
regiones auriculoventricular y troncoconal, y en estos sitios facilitan la
formación de los tabiques auricular y ventricular (porción membranosa), los
conductos y las válvulas auriculoventriculares (Fig. 13-16), y los conductos
aórtico y pulmonar (Fig. 13-20). De manera eventual, estas almohadillas son
pobladas por células que migran y proliferan hacia la matriz: en las almohadillas
aurículoventriculares, se trata de células provenientes del tejido endocárdico
adyacente, que tras separarse de sus vecinas se desplazan hacia la matriz (Fig.
13-15 C); en las crestas troncoconales se trata de células de la cresta neural que
migran desde los pliegues neurales craneales hasta la región del tracto de salida
(v. la p. 199 y Fig. 13-30, p. 201). Debido a su ubicación estratégica, las
anomalías de la formación de las almohadillas endocárdicas pueden inducir
malformaciones cardiacas, entre ellas comunicación interauricular e
interventricular (CIA y CIV, respectivamente), a la vez que defectos que
implican a los grandes vasos (p. ej., transposición de los grandes vasos,
tronco arterial persistente y tetralogía de Fallot).
El otro mecanismo por el que se forman tabiques no implica almohadillas
endocárdicas. Si, por ejemplo, una tira estrecha de tejido en la pared de la
aurícula o del ventrículo no llegara a crecer cuando las regiones a cada uno de
sus lados se expanden con rapidez, se formará una cresta estrecha entre estas dos
regiones en expansion (Fig. 13-14 D, E). Cuando el crecimiento de las regiones
en expansión continúa en cualquiera de los lados de la porción estrecha, las dos
paredes se aproximan entre sí y terminan fusionándose para constituir un tabique
(Fig. 13-14 F). Un tabique de este tipo nunca cierra por completo la cavidad
original, sino deja un conducto comunicante estrecho entre las dos estructuras
expandidas. El conducto suele sufrir un cierre secundario por la proliferación del
tejido de otras estructuras cercanas. Es un tabique de este tipo el que divide de
manera parcial las aurículas y los ventrículos.
Formación del tabique en la aurícula común
Al final de la cuarta semana una cresta en forma de media luna crece desde el
techo de la aurícula común hacia su cavidad. Esta cresta es la primera porción
del septum primum (Figs. 13-13 A y 13-16 A, B). Los dos extremos de este
tabique se expanden hacia las almohadillas endocárdicas en el conducto
auriculoventricular. El orificio que persiste entre el borde inferior del septum
primum y las almohadillas endocárdicas es el ostium primum (Fig. 13-16 A, B).
A continuación, extensiones de las almohadillas endocárdicas superior e inferior
crecen siguiendo el borde del septum primum, con lo que cierran el ostium
primum (Fig. 13-16 C, D). Sin embargo, antes de que termine el cierre, un
proceso de muerte celular programada (apoptosis) produce perforaciones en
la región superior del septum primum. La coalescencia de estas zonas da origen
al ostium secundum, lo que asegura el paso libre de la sangre de la aurícula
primitiva derecha a la izquierda (Fig. 13-16 B, D).
Cuando la cavidad de la aurícula derecha se expande como consecuencia de
la incorporación del asta del seno venoso aparece un nuevo pliegue con forma de
media luna. Este pliegue nuevo, el septum secundum (Fig. 13-16 C, D), nunca
divide por completo la cavidad auricular (Fig. 13-16 F, G). Su extremo anterior
se extiende hacia abajo en dirección del tabique en el conducto
auriculoventricular. Cuando la válvula venosa izquierda y el septo espurio se
fusionan con el lado derecho del septum secundum, el borde cóncavo libre de
esta última estructura comienza a superponerse al ostium secundum (Fig. 13-16
E, F). La abertura que deja el septum secundum se denomina foramen oval
(agujero oval). Cuando la porción superior del septum primum desaparece de
manera gradual, la porción remanente se convierte en la válvula del foramen
oval. La vía de paso entre las dos cavidades auriculares queda constituida por
una hendidura oblicua elongada (Fig. 13-16 E-G) por la que la sangre de la
aurícula derecha fluye hacia el lado izquierdo (flechas en Figs. 13-13 B y 13-16
E).
Tras el nacimiento, cuando inicia la circulación pulmonar y la presión en la
aurícula izquierda se eleva, la válvula del foramen oval queda comprimida
contra el septum secundum, lo que oblitera el foramen oval y separa la aurícula
derecha de la aurícula izquierda. En cerca de 20% de los casos, la fusión del
septum primum con el septum secundum es incompleta, y se conserva una
hendidura oblicua estrecha entre las dos aurículas. Esta condición se denomina
foramen oval permeable; no permite la derivación intracardiaca de la sangre.
Formación de la aurícula izquierda y la vena pulmonar
Mientras la aurícula primitiva derecha crece gracias a la incorporación del asta
del seno derecho, la aurícula izquierda primitiva también se encuentra en
expansión. Entre tanto, el mesénquima en el extremo caudal del mesocardio
dorsal que sostiene al tubo cardiaco dentro de la cavidad pericárdica (Fig. 13-17
A) comienza a proliferar. En ese momento, al tiempo que el septum primum
crece hacia abajo desde el techo de la aurícula común, este mesénquima en
proliferación constituye la protuberancia mesenquimatosa dorsal (PMD), y
este tejido que crece con el septum primum hacia el conducto auriculoventricular
(Fig. 13-17 B, C). Contenida dentro de la PMD se encuentra la vena pulmonar
en desarrollo, que queda ubicada en la aurícula izquierda por el crecimiento y el
desplazamiento de la PMD (Fig. 13-17 C). De manera eventual la porción
remanente de la PMD en el extremo del septum primum contribuye a la
formación de la almohadilla endocárdica en el conducto auriculoventricular (Fig.
13-17 D). El tronco principal de la vena pulmonar, que se abre en la aurícula
izquierda, envía dos ramas a cada pulmón. Luego, al tiempo que continúa el
crecimiento de la aurícula izquierda, el tronco principal queda incorporado a la
pared posterior hasta el sitio en que ramifica, lo que hace que en la cámara
auricular se formen cuatro orificios independientes para las venas pulmonares
(Figs. 13-17 D y 13-18).
De este modo, cada aurícula se desarrolla mediante expansión (Fig. 13-14 DF)
y por la incorporación de estructuras vasculares: el seno venoso a la aurícula
derecha y el tronco de la vena pulmonar a la aurícula izquierda (Fig. 13-18). En
el corazón completamente desarrollado la aurícula derecha embrionaria original
se convierte en el apéndice auricular trabeculado derecho, que cuenta con
músculos pectíneos, en tanto el sinus venarum se forma a partir del asta derecha
del seno venoso (Fig. 13-18 A). La aurícula izquierda embrionaria original queda
representada por poco más que el apéndice auricular trabeculado, en tanto que
la porción lisa de su pared se forma a partir de la vena pulmonar (Fig. 13-18 B).
Formación del tabique en el conducto auriculoventricular
Al final de la cuarta semana aparecen cuatro almohadillas endocárdicas
auriculoventriculares: una a cada lado, otra más en el borde dorsal (superior)
del conducto auriculoventricular y una en su borde ventral (inferior; Figs. 13-19
y 13-20). Al inicio el conducto auriculoventricular permite solo el acceso al
ventrículo izquierdo primitivo y está separado del bulbo arterial por el borde
bulboventricular (cono) (Fig. 13-9). Cerca del final de la quinta semana, no
obstante, el extremo posterior del borde se extiende casi hasta la mitad de la base
de la almohadilla endocárdica dorsal y se vuelve mucho menos prominente (Fig.
13-20). Debido a que el conducto auriculoventricular se expande hacia la
derecha, la sangre que pasa por el orificio auriculoventricular adquiere entonces
acceso directo tanto al ventrículo primitivo izquierdo como al ventrículo
primitivo derecho.
Además de las almohadillas endocárdicas dorsal y ventral, aparecen dos
almohadillas auriculoventriculares laterales en los bordes derecho e izquierdo
del conducto (Figs. 13-19 y 13-20). Las almohadillas dorsal y ventral, entre
tanto, se proyectan en mayor medida hacia la cavidad y se fusionan, lo que da
origen a una división completa del conducto en orificios auriculoventriculares
izquierdo y derecho al final de la quinta semana (Figs. 13-16 B, D y 13-19).
Válvulas auriculoventriculares
Una vez que las almohadillas endocárdicas auriculoventriculares se fusionan,
cada orificio auriculoventricular queda circundado por proliferaciones locales de
tejido mesenquimatoso derivadas de las almohadillas endocárdicas (Fig. 13-21
A). Cuando el torrente sanguíneo ahueca y adelgaza el tejido de la superficie
ventricular de estas proliferaciones, el tejido mesenquimatoso se vuelve fibroso
e integra las válvulas auriculoventriculares, que permanecen unidas a la pared
ventricular por medio de cordones musculares (Fig. 13-21 B, C). Por último, el
tejido muscular de estos cordones degenera y es sustituido por tejido conectivo
denso. Las válvulas quedan entonces conformadas por tejido conectivo cubierto
por endocardio. Están conectadas a trabéculas musculares gruesas en la pared
del ventrículo, los músculos papilares, por medio de cuerdas tendinosas (Fig.
13-21 C). De este modo, se forman dos valvas que integran la válvula bicúspide
(o mitral) en el conducto auriculoventricular izquierdo, y otras tres, que
originan la válvula tricúspide, en el lado derecho.
Formación del tabique del tronco arterial y el cono arterial
Durante la quinta semana de vida en el tronco aparecen pares de rebordes, uno
frente a otro en paredes opuestas. Estos rebordes, llamados crestas del tronco
arterial, se ubican en la región superior derecha de la pared (cresta superior
derecha del tronco arterial) y la región inferior izquierda de la pared (cresta
inferior izquierda del tronco arterial) (Fig. 13-20). La cresta superior derecha
del tronco crece en sentido distal y hacia la izquierda, en tanto la inferior
izquierda crece en dirección distal y hacia la derecha. De este modo, al tiempo
que se elongan en dirección al saco aórtico, las crestas giran en espiral, lo que da
lugar a la posición de las arterias aorta y pulmonar (Fig. 13-27). Tras su fusión
completa, las crestas dan origen al tabique aortopulmonar, lo que da lugar a la
posición de la aorta y la pulmonar.
Cuando aparecen estos rebordes en el tronco, crestas similares se desarrollan
a lo largo de las paredes dorsal derecha y ventral izquierda del cono arterial
(Figs. 13-20 y 13-27). Las crestas troncoconales crecen ahora una hacia la otra y
en sentido distal para unirse al tabique del tronco. Cuando las dos crestas
troncoconales se fusionan, el tabique divide al cono en un conducto anterolateral
(el tracto de salida del ventrículo derecho; Fig. 13-28) y uno posteromedial (el
tracto de salida del ventrículo izquierdo; Fig. 13-29).
Las células de la cresta neural cardiaca, cuyo origen son los bordes de los
pliegues neurales en la región del rombencéfalo, migran por los arcos faríngeos
3, 4 y 6 hasta la región del flujo de salida del corazón, misma que invaden (Fig.
13-30). En este sitio contribuyen a la formación de las crestas tanto en el cono
arterial como en el tronco arterial. La migración y la proliferación de las células
cardiacas de la cresta neural están reguladas por el CCS mediante la vía de
señalización NOTCH (v. la p. 10). Así, los defectos del tracto de salida pueden
derivar del daño al CCS o a las células cardiacas de la cresta neural, que
compromete la formación del tabique troncoconal. Entre los defectos cardiacos
causados por estos mecanismos están la tetralogía de Fallot (Fig. 13-34), la
estenosis pulmonar, la persistencia del tronco arterial (tronco arterial común;
Fig. 13-35) y la transposición de los grandes vasos (Fig. 13-36). Puesto que las
células de la cresta neural también contribuyen al desarrollo craneofacial,
no es raro que se identifiquen anomalías faciales y cardiacas en un mismo
individuo (v. Cap. 17, p. 284).
Formación del tabique en los ventrículos
Para el final de la cuarta semana los dos ventrículos primitivos empiezan a
expandirse. Esto se logra mediante el crecimiento continuo del miocardio en la
región externa y la generación continua de divertículos y trabéculas en la interna
(Fig. 13-20 y 13-29).
Las paredes mediales de los ventrículos en expansión se adosan y fusionan
de manera gradual, para constituir la porción muscular del tabique
interventricular (Fig. 13-29). En ocasiones la fusión de las dos paredes no es
completa y puede verse un surco apical más o menos profundo entre los dos
ventrículos. El espacio remanente entre el borde libre de la porción muscular del
tabique ventricular y las almohadillas endocárdicas fusionadas permite la
comunicación entre ambos ventrículos.
El foramen interventricular, ubicado por encima de la porción muscular
del tabique interventricular, se oblitera una vez que se completa la formación del
tabique del cono (Fig. 13-27). En la formación del tabique interventricular
membranoso intervienen el tabique muscular y los crecimientos de las crestas
troncoconales y de las almohadillas endocárdicas. El crecimiento de tejido de la
almohadilla endocárdica anterior (inferior) a lo largo de la parte superior del
tabique muscular interventricular cierra el orificio (Fig. 13-16 E, F). Este tejido
se fusiona con las regiones contiguas al tabique del cono. El cierre completo del
foramen interventricular da origen a la porción membranosa del tabique
interventricular (Fig. 13-16 F).
Válvulas semilunares
Cuando la división del tronco arterial está por completarse aparecen los
primordios de las válvulas semilunares, que pueden observarse como pequeños
tubérculos ubicados sobre las principales protuberancias troncales. Uno de cada
par queda asignado al conducto pulmonar y otro al aórtico, respectivamente
(Fig. 13-31). Un tercer tubérculo aparece en ambos conductos en un sitio
opuesto a las protuberancias troncales fusionadas. De manera gradual, la cara
superior de los tubérculos se ahueca y se forman las válvulas semilunares (Fig.
13-32). Evidencia reciente muestra que las células de la cresta neural
contribuyen a la integración de estas válvulas.
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