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CIRCULACIÓN ANTES Y DESPUÉS DEL NACIMIENTO

 Circulación fetal

Antes del nacimiento la sangre de la placenta, con una saturación de oxígeno

aproximada de 80%, regresa al feto por la vena umbilical. Al aproximarse al

hígado, la mayor parte de esta sangre pasa del conducto venoso a la vena cava

inferior, con lo que evita que todo el flujo sanguíneo se quede a nivel hepático.

Un volumen menor ingresa a los sinusoides hepáticos y se mezcla con la sangre

de la circulación portal (Fig. 13-52). Un mecanismo de esfínter en el conducto

venoso, cercano al sitio de drenaje de la vena umbilical, regula el flujo de la

sangre umbilical por los sinusoides hepáticos. Este esfínter se cierra cuando la

contracción uterina incrementa en gran medida el retorno venoso, lo que impide

la sobrecarga súbita del corazón.


Tras un tránsito breve por la vena cava inferior, en que la sangre placentaria

se mezcla con la sangre desoxigenada que regresa de las extremidades inferiores,

ingresa a la aurícula derecha. Ahí es dirigida hacia el foramen oval por la

válvula de la vena cava inferior, y la mayor parte de la sangre entra directamente

a la aurícula izquierda; la crista dividens, el borde inferior del septum secundum,

evita el ingreso de un volumen escaso de sangre, y lo obliga a permanecer en la

aurícula derecha. En ese sitio se mezcla con la sangre desaturada que regresa de

la cabeza y los brazos por la vena cava superior.


Desde la aurícula izquierda, en que se mezcla con una cantidad pequeña de

sangre desaturada proveniente de los pulmones, la sangre ingresa al ventrículo

izquierdo y a la aorta ascendente. Puesto que las arterias coronarias y las

carótidas son las primeras ramas de la aorta ascendente, la musculatura cardiaca

y el cerebro reciben sangre bien oxigenada. La sangre desaturada que proviene

de la vena cava superior fluye por el ventrículo derecho hacia el tronco

pulmonar. Durante la vida fetal la resistencia en los vasos pulmonares es alta, de

modo que la mayor parte de esta sangre pasa directo por el conducto arterioso

hacia la aorta descendente, donde se mezcla con la sangre que proviene de la

aorta proximal. Tras recorrer la aorta descendente, la sangre fluye hacia la

placenta por las dos arterias umbilicales. La saturación de oxígeno en las arterias

umbilicales es cercana a 58%.


En su curso desde la placenta hasta los órganos del feto, la sangre

proveniente de la vena umbilical pierde de manera gradual su gran contenido de

oxígeno al tiempo que se mezcla con la sangre desaturada. En teoría la mezcla

puede ocurrir en los sitios siguientes (Fig. 13-52, I a V):


I. Hígado, por la mezcla con un volumen escaso de sangre que regresa del

sistema portal

II. Vena cava inferior, que lleva la sangre desoxigenada que regresa de las

extremidades inferiores, la pelvis y los riñones

III. Aurícula derecha, por su mezcla con la sangre que procede de la cabeza y

las extremidades superiores

IV. Aurícula izquierda, en que se mezcla con la sangre que regresa de los

pulmones

V. El punto de entrada del conducto arterioso hacia la aorta descendente


Cambios circulatorios al nacer

Los cambios en el sistema vascular al nacer se dan por la suspensión del flujo

sanguíneo placentario y por el inicio de la respiración. Debido a que el conducto

arterioso se cierra mediante la contracción muscular de su pared, el volumen

sanguíneo que fluye por los vasos pulmonares aumenta con rapidez. Esto, a su

vez, incrementa la presión en la aurícula izquierda. De manera simultánea, la

presión en la aurícula derecha disminuye como consecuencia de la interrupción

del flujo sanguíneo placentario. El septum primum se adosa entonces al septum

secundum y tiene lugar un cierre funcional del foramen oval.


En resumen, los cambios siguientes ocurren en el sistema vascular tras el

nacimiento (Fig. 13-53):


El cierre de las arterias umbilicales, que ocurre por la contracción de la

musculatura lisa de sus paredes, quizá se deba a estímulos térmicos y mecánicos,

y al cambio de la presión del oxígeno. Desde la perspectiva funcional las arterias

se cierran pocos minutos después del nacimiento, si bien la obliteración real de

su luz como consecuencia de la proliferación fibrosa puede tomar entre 2 y 3

meses. Los extremos distales de las arterias umbilicales constituyen los

ligamentos umbilicales mediales, en tanto sus segmentos proximales

permanecen permeables y forman las arterias vesicales y las arterias iliacas

internas (Fig. 13-53).


El cierre de la vena umbilical y del conducto venoso ocurren poco después

del cierre de las arterias umbilicales. Así, la sangre de la placenta puede ingresar

al neonato durante algún periodo tras el nacimiento. Una vez obliterada, la vena

umbilical constituye el ligamento redondo del hígado, en el borde inferior del

ligamento falciforme. El conducto venoso, que se extiende desde el ligamento

redondo hasta la vena cava inferior, también se oblitera y da origen a ligamento

venoso.

El cierre del conducto arterioso por la contracción de su pared muscular

sucede casi de inmediato tras el nacimiento; es mediado por la bradicinina, una

sustancia que se libera de los pulmones durante su insuflación inicial. Se piensa

que la obliteración anatómica completa por proliferación de la íntima toma entre

1 y 3 meses. En el adulto el conducto arterioso obliterado constituye el

ligamento arterial.


El cierre del foramen oval es consecuencia de un incremento de la presión

en la aurícula izquierda, combinado con una disminución de la presión en el lado

derecho. Con la primera respiración el septum primum es comprimido contra el

septum secundum. No obstante, durante los primeros días de vida, este cierre es

reversible. El llanto del bebé genera un cortocircuito derecha-izquierda, que

explica los periodos de cianosis en el neonato. La aposición constante conduce

en forma gradual a la fusión de los dos tabiques en alrededor de 1 año. A pesar

de esto, en 20% de los individuos nunca se logra un cierre anatómico perfecto

(foramen oval permeable).


Sistema linfático

El sistema linfático comienza su desarrollo en una etapa posterior al del sistema
cardiovascular, y no aparece sino hasta la quinta semana de la gestación. Los
vasos linfáticos se generan como invaginaciones saculares a partir del endotelio
de las venas. Se forman seis sacos linfáticos primarios: dos yugulares, en la
unión de las venas subclavia y cardinal anterior; dos iliacos, en el punto de
unión de las venas iliaca y cardinal posterior; uno retroperitoneal, cerca de la
raíz del mesenterio; y una cisterna del quilo, dorsal a la región del saco
retroperitoneal. Conductos numerosos conectan los sacos entre sí y drenan la
linfa desde las extremidades, la pared corporal, la cabeza y el cuello. Dos
canales principales, los conductos torácicos derecho e izquierdo, unen los sacos
yugulares con la cisterna del quilo y, pronto, se establece una anastomosis entre
estos conductos. El conducto torácico se desarrolla así a partir de la porción
distal del conducto torácico derecho, la anastomosis y la porción craneal del
conducto torácico izquierdo. El conducto linfático derecho deriva del segmento
craneal del conducto torácico derecho. Los dos conductos conservan sus
conexiones originales con el sistema venoso y drenan en la confluencia de la
vena yugular interna y la subclavia. Las anastomosis numerosas generan muchas
variaciones en la estructura final del conducto torácico.

La determinación del linaje linfático está regulada por el factor de
transcripción PROX1, que induce una regulación positiva de los genes para los
vasos linfáticos y regulación negativa sobre los genes para los vasos sanguíneos.
Un gen de gran relevancia que experimenta regulación positiva es VEGFR3, que
codifica al receptor del factor paracrino VEGFC. Esta proteína hace que las
células endoteliales que expresan PROX1 produzcan gemaciones y den inicio al
desarrollo de los vasos linfáticos.

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